Rodrigo González, 2017.
Antecedentes filosóficos del movimiento
transpersonal
Parece ser que el ser humano siempre ha
sentido ese anhelo por el sentido. Cuando los filósofos describen la historia
de su disciplina, usualmente comienzan describiendo el paso del mito al logos.
Los mitos responden a estas grandes interrogantes de la humanidad. La
filosofía, es reflejo de este mismo espíritu inquieto, que reflexiona en torno a
las grandes preguntas. Bien podría afirmarse la historia de la filosofía es la
historia de aquellas preguntas que no se contentan con la simple respuesta y
siempre se cuestiona... ¿qué hay más allá de todo eso? Por lo tanto, en cierto
sentido, la filosofía es casi por deficición un medio de trascendencia, de
manera que no es extraño que haya tratado extensamente respecto al tema.
La cantidad de teorías que se entretejen
dentro del mundo transpersonal es muy variopinta y es impresindible comprender
las raíces filosóficas de cada una de estas ideas. Acontinuación, expondré
brevemente el desarrollo histórico de la filosofía, destacando sus principales
puntos de encuentro con los actuales planteamientos teóricos en el movimiento
transpersonal.
Filosofía de la Antígua Grecia
La verdad es que en un comienzo no
existía una distinción clara entre filosofía y mitología. La religión del
antiguo Egipto, y Asia Central, influyó vía Jonia en los primeros exponentes de
la filosofía griega. Posteriormente, filósofos como Platón y Aristóteles
parecen haber sido iniciados en los misterios eleusinos.
Al comienzo de la filosofía, Tales (Laercio,
1887)al ver que los seres vivos necesitaban agua para vivir, pensó que se
trataba del arjé, la naturaleza esencial de todas las cosas, por otra parte, al
observar que el agua se puede mover libremente, pensó que esta tenía vida
propia, un alma llena de dioses, y que en ello residía su capacidad para dar
vida y permitir el movimiento de los seres vivos. Ahora bien, siendo el agua
principio y sustrato de todo, de ello se deriva que todo el mundo físico estaba
dotado de vida y de espiritualidad.
En esta misma línea de pensamiento, Heráclito (Laercio, 1887), explica que
todo fluye según el logos: al igual que
el fuego o el cause de un río que cambia constantemente fluctuando entre
contrarios complementarios, y sin embargo, decimos que no deja de ser el mismo
río, por cuanto hay un principio que guía su movimiento, estamos hablando del
logos.
Desde una mirada contemporánea, vemos que
las ideas de Tales y Heraclito, resultan compatibles con el animismo, la
filosofía oriental deAurobindo, y con las nociones de orden implicado y el
holomovimiento.
Una línea de pensamiento distinta se desarrolló
con Parménides, quien bajo los
designios de una diosa identificó una serie de criterios para definir el Ser
verdadero. Por ejemplo, menciona que la verdad
es invariable y eterna, es una totalidad absoluta, inmóvil, y perfecta.
Y dado que todo cuanto los mortales consideramos real cambia constantemente, no
vivimos una existencia verdadera. Con este razonamiento se inagura la dualidad verdadero-aparente, y por
derivación, una noción que se transformó en uno de los principales rasgos de la
filosofía occidental, el dualismo espíritu y materia.
Aun hoy encontramos dentro del movimiento
transpersonal teorías donde se aprecia la influencia de Parménides. Por
ejemplo, en Almaas con su enfoque diamante distingue entre verdadera esencia y
ego.
El contraste entre Parménides y Heráclito
provocó una aguda crisis en la filosofía, mientra que el primero argumenta que
el movimiento es imposible, el segundo afirmaba que todo cambiaba (Aristoteles,
1997). Algunos sofistas pensaron que el hombre es la medida de todas las cosas,
y que por tanto, todo era relativo, razonamiento que llevado al mundo
espiritual, redunda en agnosticismo y cierta hipocresía. En contrarespuesta,
los filósofos socráticos, dejaron de buscar respuestas meramente physicas y se
volcaron hacia la metafísica, la antropología, la ética y la política. Es en
ese tiempo cuando nace Sócrates
(470 a. C.). Desde joven, al filósofo ateniense le gustaba ironizar con los
pretensiosos sabiondos, poniendo en evidencia su ignorancia. Sócrates decía que
sólo sabía que no sabía nada, pues consideraba que dicho reconocimiento de
ignorancia podía iluminar el entendimiento, el autoconocimiento y la virtud (Laercio,
1887). La filosofía socrática significó una victoria por sobre el relativismo, la verdad se encontraba dentro de cada uno y
conociéndose a uno mismo se conocía el universo.
Uno de los legados más importantes de
Sócrates se ramifica en las soluciones platónicas y aristotélicas a la
controversia Heráclito-Parménides.
La solución platónica a la controversia
considera lo cambiante como una sombra dejada por el ser verdadero, que reside
en el mundo de las ideas. Por lo
tanto, el mundo sensible solo es real en cuanto a su relación con el mundo
inteligible. En definitiva, adopta una posición más favorable a Parménides.
Aristóteles logra resolver la
controversia desarrollando una teoría teleológica,
que considera lo esencial como ser en potencia, y al cambio como el desarrollo
de dicho potencial. La causa del ser la encuentra en el sustrato material que
adquiere su forma movilizada,en los fines a los que se dirige la perfección de
sus cualidades. La lógica aristotélica, llevanda a la ética, orienta la
conducta humana a la eudomonía, y situada en la metafísica (al estudio de las
causas últimas) conduce hacia la existencia de un primer motor inmóvil,
responsable de dar orden y coherencia al mundo. En conclusión, rescata la
importancia del mundo sensible, pero sin dejar de lado la importancia de causas
no materiales (Aristoteles, 1997).
El influjo de la filosofía socrática se
puede rastrear por doquier. Por ejemplo, la física de Roger Penrose y la teoría
de los arquetipos de Jung, se basan en la teoría platónica sobre el mundo de
las ideas. Por otra parte el pragmatismo de James y el holismo sistémico
encuentran sus raíces en la teoría teleológica de Aristóteles, muchas nociones
tan familiares dentro del movimiento transpersonal, tales como el holismo, el
ser, las virtudes, el potencial o el proceso, son todas originarias de esta
escuela.
No obstante, la influencia más importante
de Sócrates no se encuentra en su filosofía (de hecho parece no haber escrito
nada). Su legado, más importante es su testimonio de vida, su propio modelo.
Por ejemplo, el método o diálogo socrático constituye el esquema básico de
varias líneas psicoterapéuticas, tales como las terapias conductuales de
tercera generación o la Gestalt. Por otra parte, la actitud sencilla, irónica e
inquiebrantable de Sócrates inspiró la moral estoica y esceptica, que se
encuentra a la base de buena parte de los movimientos espirituales.
Como todos saben, Sócrates aceptó la
cicuta, en forma similar a como Jesús se entregó a juicio público. Para los estoicos, el modelo ejemplar lo
encuentran en dicha actitud de Sócrates, pues el bien máximo está en quien
descubre el curso de la naturaleza (o la voluntad de los dioses) y se entrega a
dicha realidad con entereza. Visto con ojos actuales, ¿acaso los psicólogos
existenciales transmiten un aire similar a los estoicos?
Otra actitud básica de Sócrates era la suspensión del juicio, hay que
recordar que su sabiduría residía precisamente en reconocer su ignorancia, y en
consecuencia, la ignorancia se revela en quien pretende gran sabiduría. De
igual manera, los escépticos, sospechan de la subjetividad impresa en las
supuestas “verdades objetivas”, y optaban por suspender sus opiniones, con el
objeto de mantenerse a sí mismos en paz y no generar conflictos inecesarios con
los demás. Desde el mundo transpersonal, descubrimos que este proceder se
asemeja a la dialéctica de Nagarjuna, al espíritu ecuménico de las iglesias, a
la psicoterapia experiencial de Celis.
Pero no todos siguieron el camino
socrático. La corriente meterialista encabezado por Demócrito proponía que la
materia era un agregado de átomos moviéndose en el vacío, capaces de crear todo
lo existente, al disponerse de diversas formas. Demócrito creía que todo estaba
determinado por dichos átomos, pero que estos se disponían según la naturaleza
sin un propósito determinado, y, que por deducción, no era necesario recurrir a
la existencia de un motor inmóvil o a los dioses para explicar el
funcionamiento del universo, e inclusive, procesos psicológicos como el
razonamiento y el pensamiento no serían más que un conjunto de procesos físicos
y mecánicos (Laercio, 1887).
Por el auge del cristianismo, el
materialismo se mantuvo latente en la filosofía, pero como veremos más
adelante, entrado en la ilustración, el materialismo derivó en una teología
panteísta, que tuvo importantes repercusiones en el campo físico, naturalista,
y neurofisiológico.
Filosofía
medieval: entre la fe y la razón
Con el inicio de la era cristiana, se
puso en entredicho la primacía de la razón por sobre la fe, sobre todo se
cuestionó al escepticismo, por su negativa a la posibilidad de alcanzar certeza
alguna y por ende la existencia de Dios. Algunos calificaron a las filosofías
griegas como herejías, en especial las tendientes al gnosticismo,otros simplemente
se aferraban al absurdo como fundamento de su fe. Más adelante, la controversia
decantó y se comenzó a reconocer que la
razón podía ser un complemento de la fe.
¿Podemos poner todo en duda? Se pregunta
San Agustín (2009), pues aun suponiendo que todos sus juicios son equivocados,
necesariamente Agustín debe creer en su propia existencia, y con semejante
seguridad se pueden sostener los principios de la lógica elemental y las
matemáticas, e inlusive algunos principios morales, como decía: ama y has lo
que quieras. Así, comenzando por
preguntarse por el mundo, San Agustín se vuelca hacia una búsqueda interior, y
en el camino descubre su existencia, luego descubre su raciocinio y finalmente,
en un acto de amor y gracia se trasciende a sí mismo en la búsqueda de la
ciudad de Dios y luz de su entendimiento.
Entonces, partiendo de la base que se
puede tener fe en algunas cosas básicas, San Agustín comienza a razonar y se
reconoce a sí mismo como un ser hecho a imagen de Dios, pero como criatura cuya
forma ha sido oscurecida por sus pecados. Luego se encuentra con Jesús, Dios
hecho hombre, y descubre en su presencia la gracia divina y la posibilidad de
convertir el mal en bien, como quien abre una puerta para dejar entrar la luz.
No se habla de un humano iluminándose, sino en un bien luminoso que viene a
habitar en el ser humano, derivado de la participación en el ser bondadoso por
esencia, Dios. La luz, metafóricamente esclarece el entendimiento, muestra los caminos y orienta los fines a los
que se dirige la existencia humana.
Apartir de la edad media se comienza a
distinguir claramente existencia y esencia. Dios es el ser necesario, es decir,
es el único ser en que su esencia consiste en existir. En cambio, todas las
criaturas no tienen esencia, son seres contingentes que dependen de Dios para
existir.
De la enseñanza de San Agustín, se nutren
dos grandes vertientes teológicas, encabezadas por dos ilustres coetaneos:
Santo Tomás representa la escolástica aristótelica y San Buenaventurapersonifica
la escuela franciscana (Ochagavia, 2005).
Se dice que Santo Tomás visitó un día a
San Buenaventura y lo encontró abstraído en la contemplación, mientras escribía
sobre San Francisco de Asis. Entonces, Santo Tomás decidió retirarse para no
interrumpirló. "Dejemos a un santo trabajar por otro santo", comentó
al franciscano que lo acompañaba.
En la escuela tomista prevalece el
aspecto intelectual, como un medio para conocer a Dios y actuar de acuerdo a su
voluntad. En cambio, en la escuela franciscana, por sobre el intelecto y el
obrar, prima el amor como un medio para introducirse en los misterios de Dios.
Estas tendencias prevalecen hasta el día
de hoy, mientras que la escuela franciscana promueve un espíritu humilde,
fraterno, ecuménico y ecologista, que alaba a Dios presente en cada una de las
criaturas. La escuela tomista promovió un espíritu más activista y militante,
comprometido con la defensa de los derechos humanos fundados en la naturaleza
del hombre como hijo de Dios. Llendo a lo concreto, la doctrina tomista y
franciscana dan sustento al humanismo cristiano y al ecologismo cristiano respectivamente.
Renacimiento
En la misma época que prosperaba la
doctrina tomista comenzó a gestarse disimuladamente un movimiento cultural que
daría paso a una renovada visión del universo, se trataba del humanismo
renacentista.
Desde la clásica distinción entre
criatura y creador, el Maestro Eckehart deduce un controvertido argumento: las
criaturas dependen de Dios en sentido ontológico, pues sin él no serían nada.
Pero dado que Dios es creador de todo tipo de criaturas, no puede tener ninguna
característica particular, es decir, Dios no es nada en particular, y por tanto
es todo en general. Se entiende entonces que Dios “fluye en todas las criaturas
y, sin embargo, ninguna de ellas le toca”, en la medida que actúen en forma
independiente. Pero el ser humano puede renunciar a su voluntad particular por
medio del desapego, ateniendose a la voluntad divina. En aquel momento, Dios
puede revelarse en la creación. A medida que la criatura se vacía de toda
característica particular hasta quedar “tan vacío como cuando todavía no era”,
permite que Dios nazca en su alma haciéndola participe de la divinidad (D’Amico,
2011).
Más adelante Nicolas de Cusa en su Docta
Ignorancia sigue la misma línea argumental: dando que todo hombre desea por
naturaleza conocer la verdad, en cierta medida, todos los hombres desean por
naturaleza acercarse a Dios. Ahora bien, la verdad absoluta por definición,
carece de todo límite y por lo mismo no es accesible al conocimiento humano. En
seguida, si Dios ha definido nuestra naturaleza con un proposito, se entiende que
Dios desea que sepamos que ignoramos. Es el conocimiento de nosotros mismos, de
la naturaleza y del universo entero el que nos permite acercarnos a la docta
ignorancia, a medida que aprendemos sobre realidades particulares nos
encontramos por lógica negativa ante Dios. Entonces, el mundo natural, como
totalidad, puede entenderse como una imagen del mismísimo Dios y viceversa. Por
ejemplo, si Dios es uno e infinito, luego el mundo también es infinito. Dios es
verbo, la potencialidad llevada al acto hasta el infinito, por lo tanto el
universo está en movimiento, etc.(D’Amico, 2011).
Se trataba del surgimiento de una nueva
cosmovisión, que fue heredada al humanismo con renovadas implicancias. Por
poner un ejemplo, Juan Luis Vives (2001)
afirmaba: “Mira bien que no hay cosa en todo el universo, grande ni pequeña,
que si miras su principio, su naturaleza y propiedad y fuerza, no te ponga en
camino para considerar las maravillas de Dios”. Como se aprecia, la visión
cusana de la naturaleza (como imagen especular de Dios) se traduce en un
interés renacentista por descubrir sus maravillas. Ahora bien, siendo el ser
humano parte de la naturaleza, es en esencia un ser lleno de dignidad, llamado
a cultivar su bondad, virtud y sabiduría. Y así pueda Dios reconocer en el ser
humano un parentesco con su divina naturaleza, y more en él como en su propio
hogar.
Seguidamente, Juan Luis Vives escudriña
en la naturaleza, adviertiendo la fugacidad e insignificacia de la vida humana
en la tierra, al compararla con la infinitud del tiempo y el espacio, y
justifica en dicho hecho, la intrascendencia de toda ambición personal. Por lo
mismo, advierte sobre los peligros de la soberbia, afirmando así la importancia
de una humilde y abnegada inclinación al servicio. Es decir, recurre a un hecho
cosmológico como un fundamento para la ética.
De forma similar a cómo los humanistas trataban
sobre filosofía moral, Leonardo Da Vinci (2004) expresaba por medio del arte
plástico principios de la filosofía natural (óptica, anatomía o botánica). El
maestro renacentista estaba facinado con revelar los secretos de la naturaleza,
con penetrar en la esencia de las cosas, en el orden divino impreso en ellas.
Leonardo recurre a la pintura como medios para recrear los principios
naturales, obrando como un fiel reflejo de la creación divina. A partir de ello,
traducía dichas obras artísticas, formulándolas en leyes matemáticas. Con ello,
el maestro se transformaba a sí mismo en dios y señor de su propia creación, al
basar sus trabajos de ingeniería y expresiones artísticas en dichos principios.
Es aquí donde se avista como el cristianismo
medieval se hermana con el hermetismo renacentista. De dicha sintesis se
derivan dos consecuencias: la divinización del ser humano y el panteísmo. Siendo expresión de estos
mismos axiomas, la filosofía de Juan Luis Vives y Leonardo Da Vinci,
representan, en forma incipiente, dos grandes tendencias epistemológicas, el
racionalismo y el empirismo, respectivamente.
El movimiento transpersonal considera que esta época
representa un momento crítico en la historia. Por una parte, el movimiento
transpersonal se sienten profundamente identificado con el renacentismo, pues
ambos movimientos son un intento por rescatar la cultura antigua y vienen
acompañados de un gran cambio cosmológico. Por otra parte, el movimiento
transpersonal significa una superación definitiva de dicha filosofía, que
centraba todo en el hombre, ya que el mundo transpersonal trata precisamente de
ir más allá de lo personal.
Iluminismo
y el origen del pensamiento moderno
Como atestigua la investigadora Frances
Yates, el cabalismo, la alquimia y la astrología, dominantes durante el
renacimiento, establecieron las bases de la modernidad. Figuras de transición
como Giordano Bruno y John Dee
difundieron muchos descubrimientos de campos como las matemáticas, la química y
la astronomía mediante una criptografía simbólica de origen hermética y
rosacruz (Yates, 1972).
Por lo mismo, aunque muchos han intentado
establecer una drástica distinción entre los magos reacentistas y los
científicos modernos, llama la atención que el proyecto iluminista coincide
exactamente con el ideal de algunas
fraternidades ocultistas: “disipar las tinieblas de la humanidad mediante la
luz de la razón, liberando a la humanidad de las supersticiones, contribuyendo
así al progreso y la construcción de un mundo mejor”. Se dice que,aunque Descartes,
Leibniz, Bacon y Newton son impulsores de la modernidad,son al mismo tiempoquienes
mejor encarnarían el proyecto de los ocultistas de ese entonces. Incluso se se
ha descrito a Descartes como un
“filósofo enmascarado”, por su habilidad para esconder su interés por la magia
(Aczel, 2005). Hay que considerar que en aquella época, los católicos, los
protestantes y los judios, se encontraban envueltos en una intensa caza de
brujas y guerra religiosa, por lo que más valía ser prudente y no mostrar
ninguna posición extrema, que se acercara a la especulación
mágico-renacentista, no sea que tuvieran un destino similar al de Giordano
Bruno.
De cualquier manera, René Descartes
(1596) no pasó a la historia por sus inquietudes mistéricas, sino más bien por
el plano cartesiano, el mecanicismo, el dualismo, el racionalismo y por la sentencia“pienso, luego existo”. En
primer lugar, Descartes encuentra su mayor certeza en sí mismo, luego en sí
encuentra la idea de Dios y al contrastarla con sus propias limitaciones
concluye que se trata de dos sustancias distintas, una finita y la otra
infinita y, por extensión, encuentra sustento para un mundo físico que puede
funcionar como una máquina en forma independiente del mundo espiritual. En
conclusión, localizados desde una perspectiva actual, el legado cartesiano es
considerado como la contrapartida del movimiento transpersonal, pues el
dualismo se opone al holismo, y el mecanicismo se contrapone con el modelo
orgánico.
He escuchado a algunos representantes del
ecologismo y la teoría de sistemas identificarse con Spinoza o Leibniz. Pero
¿hasta qué punto sus filosofías son bases del movimiento transpersonal,
considerando que ambas son deterministas? Para explorar esta inquietud revisemos
ambas filosofías.
Spinoza(1980) encuentra en el dualismo
cartesiano su defecto. En contrapartida, para Spinoza solo hay una sustancia
con atributos infinitos. Por tanto, todo cuanto hay en la naturaleza son los
modos de Dios contenidos en sus atributos. Toda operación mental y corporal de
un individuo tiene su fundamento en una misma sustancia, constituyéndose en
elementos expresivos de sus atributos. El individuo es un conjunto de
relaciones internas en interacción con otros cuerpos compuestos. De la
interacción entre el cuerpo y los elementos externos surgen los afectos que
determinan al humano, en tanto no le permiten actuar con libertad, es decir, de
acuerdo a su propia naturaleza. En medida que el humano reconoce que está
determinado, puede ser libre, al formarse una comprención racional de ello y
actuando en consecuencia.
Leibniz(1987) crítica la filosofía
cartesiana por no explicar el movimiento. En contraste, recurre a la metáfora
del Dios relojero, que al construir un reloj deja en su diseño el fundamento de
su propio movimiento: para explicar el movimiento hemos de suponer que todos
los cuerpos poseen en su interior un principio incorpóreo que gobierne esta
actividad, se trata de las monadas. Estas monadas armonizan el mundo según
leyes universales, como si el mundo fuese de un monumental engranaje, que en
que cada una de sus piezas refleja el plan de su creador. Pero ¿somos una
simple pieza de ese engranaje? Leibniz dice que aunque “la voluntad depende de
sus causas”, en las profundidades de cada persona descansa la mayor
espontaniedad, se trata de ese punto donde lo micro y micro coinciden en una
misma voluntad.
Las filosofías de ambos autores se
desarrollan desde puntos de vista muy distintos, pero parecen converger
finalmente en sus conclusiones. Esto no es extraño considerando que Leibniz se
encontraba obsesionado con rebatir a Spinoza y que, luego de reunirse con él,
dedicó toda su vida a este empeño (Stewart, 2006). Spinoza vivió como un
místico secular que buscaba superar el dualismo y Leibniz era un cortesano que
trató de rescatar la libetad sin dejar de defender la armonía, uno creía que
somos parte de Dios, el otro que Dios está en nuentro interior. Pero en ambos
casos la libertad solo se alcanza en Dios (como monada o como sustancia), y por
deducción, aunque la voluntad se encuentra determinada, el humano encuentra una
fuente de libertad en la naturaleza. En resumidas cuentas, aunque intuyeron
pinceladas de lo que sería el romanticismo, las siguientes generaciones no
reconocieron esta inquietud espiritual, y sus filosofías terminaron decantando
en un materialismo mecanicista que no reconoce más que el mundo material.
Pero más allá del mecanicismo y el
dualismo, esta época dejó un legado muy importante para el paradigma
transpersonal, se trata de la reflexión epistemológica, la reflexión sobre el
conocimiento. Por entonces, el debate enfrentó a los racionalistas y a los
empiristas. Hoy ese debate está hasta cierto punto agotado. Mientras que
algunos científicos del movimiento transpersonal se asemejan más a Frances
Bacon, siempre dispuestos a recopilar evidencias, como si fuesen una abeja
recolectando el polen necesario para
producir la miel. Otros en cambio se asemejan más a Leibniz, considerando
a la percepción simplemente como un hecho interno (quizás inconciente) y a la subjetiva
apercepción como la verdadera conciencia.
Pero en general, el movimiento
transpersonal, se identifica más con la epistemología de Rousseau (2008; 2005),
pues desde su filosofía en adelante se bosqueja con una claridad cada vez mayor
el constructivismo como tendencia epistemológica predominante, tanto en su
versión social manifestada en el contractualismo, como en su versión individual
expresada en su pedagogía. La filosofía de Rousseau tomó, a mí entender, cuatro
grandes cursos: una versión kantiana, una versión fitcheana, una versión
hegeliana y la versión romántica, esta última es la que resulta la más
interesante para analizar los antecedentes del movimiento transpersonal.
Revisemos escuetamente las tres primeras.
En la filosofía de Rousseau están
contenidos muchos de los principios kantianos: Rousseau diría que “el hombre es
bueno por naturaleza”, Kant diría que "la voluntad de Dios está
originariamente escrita en nuestro corazón", pero son los individuos, con
sus acciones y razonamiento, quienes están llamados a construir libremente la
realidad en que viven. A pesar de ello, a muchos les parece, que de los
herederos de Rousseau, Kant es el más cercano a Descartes, y el más lejano al
movimiento transpersonal, pues aunque Kant rescata a Dios encapsulándolo en la
esfera subjetiva-individual, al mismo tiempo extinguió todo intento por
integrar la espiritualidad con otras esferas de la existencia como la
científica o la política. Ahora ¿Cómo integramos estas esferas de la existencia que han
sido diferenciadas por la tradición kantiana? Precisamente en ello radica el
desafío transpersonal.
Rousseau creía en el pleno perfeccionamientodel
ser humano, en un tránsito hacia mayores niveles de libertad. Basado en este principio,
Fichtereflexiona sobre las condiciones que permiten u obstaculizan el ejercicio
de la libertad, estableciendo una distinción entre el Yo y el no-Yo, y
comprende el perfeccionamiento humano como un ejercicio de la voluntad del Yo
sobre el no-Yo;asumiendo que el no-Yo se resiste a la voluntad del Yo, y solo
permite su plena perfección una vez que el no-Yo lo refleja, Fitche considera
necesario el advenimiento de un Yo-absoluto donde convergen el yo y el mundo.
Para que el Yo se autodetermine, y no sea determinado por el no-Yo, debe
someter a su propio poder las circunstancias que lo condicionan, hasta el punto
donde el sujeto y el objeto se diluyen en un sistema auto-referente.Veremos
luego la influencia que tuvo Fichte en Nietzsche.
Rousseau también fue un pensador que
contribuyó a la comprensión dialéctica de la historia (Bello, 1986). Rousseau
sospechaba de la noción ilustrada de progreso, en consecuencia, desarrolla su
filosofía histórica analizando críticamente el origen de los fundamentos institucionales
de su sociedad, revelando el nivel de legitimidad que revisten, al ser
comparados con el "estado natural" (una especie de tipo ideal), para
a partir de dicha valoración establecer las bases de lo que debe ser la sociedad.
Más adelante, Hegel aplica esta metodología a cada Zeitgeist (clima cultural
dominante durante una época), dando cuenta del despliegue del espíritu
universal que se manifestaba en la evolución de la conciencia en la dialéctica
histórica. Cada Zeitgeist es una tesis, cada tipo ideal se transforma en una
antítesis, luego el proceso se repite generando una síntesis, y así
sucesivamente.
Creo que el legado de Rousseau ha sido
muy importante: los primeros bosquejos del constructivismo, y la idea de la
conciencia desplegándose en la historia y por sobre todo el impulso que dio al
romanticismo son fundamentales para comprender el movimiento transpersonal.
Romanticismo:
Transcendentalismo y Evolucionismo
Las razones del corazón (Pascal, 2006)
cuajan en el ceno de la filosofía un nuevo espíritu, se trata del romanticismo,
un movimiento difuso, intenso e
inestable, se trata de una sublevación frente a la tiranía de la razón, una
lucha encarnizada por la libertad, es una obra artística que revela al
individuo enfrentado a la naturaleza en todas sus facetas: es misterio, amor,
pasión y muerte. “Contemple el hombre, pues, la naturaleza entera en su elevada
y plena majestad, aparte su vista de los objetos bajos que la circundan” (Pascal,
2006). Es muy importante comprender el romanticismo, porque en su seno nació el
modelo orgánico, evolutivo y complejo, es decir, es un ascendiente directo del
movimiento transpersonal.
Como decía Herder la historia humana es
inseparable de la historia natural y las fuerzas orgánicas de su creación. Hay
que vivirlo antes de entenderlo, –diría Herder- para entender la poesía nórdica
hay que sentir en la noche el gélido silbido del viento boreal, para entender a
Moises hay pastorear a las ovejas en el desierto de Median, la razón no es
suficiente, porque el espíritu de cada pueblo con su particular manifestación
de progreso, solo se puede comprender en el marco de su naturaleza: las fuerzas
celestiales que sostienen la tierra, el armazón
geográfico (montañas, mares y ecosistemas), y la estructura orgánica del hombre
que lo predisponen para la razón, la libertad y la religión. Así, como si se tratara de un acto mágico,
Herder le da
vida e historicidad a la filosofía de Spinoza y Leibniz. El universo ya no es
un reloj, el universo es como un árbol, donde la raíz (símbolo de Dios) está
tan viva como las ramas (símbolo de la creación), constituyendo ambas un solo
organismo que muda sus hojas según la estación (Heinz, 2001).
Se discutía por ese tiempo que el
panteismo conduce al determinismo. El problema para los románticos era que
Espinoza, es su concepto de sustancia, concibe a Dios y a los seres como
objetos carentes de vida. Para
solucionar este problema, Schelling rompe con la tradición que asocia la
naturaleza como fuente de necesidad y al individuo como origen de la libertad.
Schelling asocia la naturaleza a la libertad, “quien sabe lo que quiere lo coge
de forma natural y sin elección” explica y concibe dos formas de dar vida a la
divinidad y su creación: lo primero, es entender a Dios como similar al ser
humano, para Schelling, que el ser humano surja de Dios no puede significar que
sea una máquina sin libertad, porque la libertad humana es necesaria para la
revelación divina, Dios solo puede revelarse en aquello que es similar a él, en
seres libres y el ser humano puede aproximarse a Dios conociendose a sí mismo
ya que ambos son en cierto modo iguales, el humano puede conocer lo divino si
conserva puro su entendimiento divino. La segunda forma, es entender a Dios como
alguien inconcluso, como alguien que se hace constantemente a sí mismo a medida
que se vuelve conciente, para Schelling, toda existencia vital comienza a
partir de lo inconsciente y gradualmente se va revelando, es decir, se
interpreta la actividad humana como actividad en Dios, como parte a la vida de divina(Augusto,
2009).
Mientras que la primera solución de
Schelling se derivó al trascendentalismo norteamericano, la segunda solución se
transfirió al evolucionismo.
Ralph Waldo Emerson, máximo exponente del
trascendentalismo, al contemplar la naturaleza, sobre todo en sus formas más
salvajes, encontraba en sus paisajes la guía moral, la presencia espiritual, el
ímpetu creativo y la fuerza vital, necesaria para la emancipación que
necesitaba. Hay que recordar que en América, soplaban vientos de independencia
y de búsqueda de “una relación original con el universo”.
“De pie, frente a la tierra desnuda,
bañada por el aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino
egoísmo se diluye… las corrientes del ser universal me circulan, soy una
porción de Dios. En el paisaje tranquilo y, especialmente, en la lejana línea
del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como su propia naturaleza…
Desde la tierra, como desde una playa, miro ese mar silente. Me imagino
participando de sus rápidas transformaciones… yo me dilato e inspiro, al
unísono con la brisa matinal. ¡Cómo nos diviniza la naturaleza, con unos pocos
y baratos elementos!” (Emerson, 1836).
Como se aprecia en los fragmentos anteriores,
Emerson imaginaba lo divino como aquello sensible vivo en la naturaleza, y se
sentía a sí mismo participe de dichos procesos, hasta un punto donde la
distinción objeto-sujeto se diluye y los sentidos mezclan su propia estructura
con las experiencias que nos informan. Así la materia misma se convierte en un
fenómeno, en una experiencia conciente. Las leyes de la física y la ética se
vuelven reflejo una de la otra, el lenguaje se convierte en signo de los
fenómenos naturales y la naturaleza se convierte en símbolo del espíritu. La
naturaleza toma siempre los colores del espíritu, por lo tanto, su grandeza y
encanto no reside solo en ella, su misterio nos es inaccesible y, como materia
oculta, no cede su secreto a cualquiera, sino solo a quien guarde en sus
pensamientos esta misma grandeza. El hombre común, perdido en la muchedumbre,
no acepta plenamente la belleza natural y todo lo que ofrece, la juzga o la
ignora. Para apreciar la belleza natural, debemos llevarla con nosotros, ser
como un niño que se asombra e intenta descubrirla, asimilarse a ella. La
belleza natural viene dada por su exuberancia y omnipotencia, nada se agota en
ella, en los cíclos naturales todo fin es convertido en un medio. Cuando algo
ha cumplido su propósito, vuelve a estar disponible para un propósito ulterior,
de ahí que Emerson afirme que "la vida es una búsqueda de poder".
Solo cuando el ser humano, en medio de las muchedumbres, mantiene la
independencia de su soledad puede ver con ese espíritu infantil que libera las
facultades humanas, haciendo resplandecer los objetos, haciendo que lo que era
inconsciente pase ser un dominio del saber y el estar.
En Emerson ya se atisban muchos conceptos
del paradigma transpersonal, tales como la participación espiritual y la
experiencia de unión con la trama
ecológica.
Ahora pasemos a explicar la filosofía
evolucionista, consecuencia de la segunda alternativa de Schelling, para dar
vida a Dios y el universo (Augusto,
2009). Con el romanticiamo se retomó una antigua concepción del progreso humano
como un proceso que engloba toda la naturaleza. En la edad media, Ramon Llull,
había graficado este progreso como una escala natural de la conciencia,
compuesta desde lo bajo a lo alto, en cada uno de sus escalones, por materia,
plantas, animales, humanos, ángeles y
finalmente Dios. Esta visión teológica, se reinterpretó desde el romanticismo,
dando un impulso a la teoría evolucionista. Revisemos como ocurrió.
Por ese entonces existía una controversia
entre fijismo y transformismo. Por una parte, el fijismo sostenía que cada
especie había sido creada por Dios y que presentaba pocas modificaciones desde
su creación. Por otro lado, algunos naturalistas inspirados por el romaticismo,
intentaron descubrir algún principio orgánico intrínseco al desarrollo de los
seres vivos, realizando estudios comparativos entre organismos y organos. La
homología y la embriología llevaron finalmente a estos naturalistas a pensar
que existía una progresión orgánica en la naturaleza, una idea parecida a la
escala natural; quisas algunas estructuras biológicas eran parecidas porque
tienen un origen evolutivo común, pensaron.
En Goethe (2007) encontramos el más laureado representante de
la filosofía evolucionista. El autor descubre en el arte y la cienciaun
vehículo para conectarse con el principio creativo más profundo que vive en la
naturaleza.El espíritu que aloja oculto en la naturaleza se revela ante Goethe
como semejante al humano y a Dios, con un poder ordenador que modela la
arquitectura natural del cosmos. Dios se da a conocer en todo aquello que
tiende hacia la perfección, aloja en sus configuraciones interiores impulsando
su desarrollo, más nunca agota su potencia creadora: la piedra tiende hacia el
vegetal y la planta tiende aascender
al animal, etc.
Inmerso en este clima cultural, Lamarck,
Wallace y Darwin formularon las primeras teorías de la evolución. La pregunta
que quedaba era, ¿Hasta qué punto la selección natural podía explicarlo todo? A
partir de ese momento, los evolucionistas se separaron entre materialistas y
espiritualistas. Mientras que para Darwin el motor de la evolución era la lucha
por la supervivencia, para Wallace (1858) la selección natural no podía
explicar algunos fenómenos como la creación de vida a partir de materia inorgánica
o la generación de procesos cognitivos superiores en el ser humano, por lo que
creía que debería haber una fuerza invisible que orientara la evolución, una
tendencia intrínseca de la naturaleza hacia el aumento de la complejidad y el
desarrollo de la conciencia
(Wallace, 1889).
En ese mismo periodo, Brentano (1874)
afirmaba que los fenómenos psíquicos no se pueden reducir a hechos físicos,
puesto que los fenómenos psíquicos se caracterizan por su intencionalidad con
referencia a un contenido psíquico. Paulatinamente estas ideas se fueron
integrando con el evolucionismo espiritualista y el trascendentalismo, hasta
conjugarse en la “evolución creadora” de Bergson, he aquí que la conciencia
comienza a asumir un protagonimo mayor en los procesos evolutivos.
Al estudiar la evolución paralela de
estructuras fisiológicas similares (como los ojos de moluscos y vertebrados)
Bergson intuye que se desarrollan por un impulso vital común que se degrada al
materializarse y se revitaliza en medida que impulsa la creación. Esta fuerza
vital –según Bergson- impulsa la evolución en dos sentidos, manifestándose: en
el instinto y en la libre elección (Bergson, 1907). En los seres humanos, el
instinto, da origen a sociedades cerradas, que se expresan en religiones
constrictivas, apegadas a las costumbres que impone el grupo social; en cambio
la libertad y el amor, dan origen a sociedades abiertas, que se manifiesta en
el misticismo, dando un impulso creativo a la evolución. Bergson asocia las
sociedades cerradas, al determinismo
materialista ya que en ellas se tiende a pensar que son los afectos los que nos
impulsan a actuar. Pero, Bergson cree que en el origen de nuestras acciones
existe en un contínuo devenir movido por un flujo subterraneo a nuestra
conciencia, y que esta fuerza vital es fuente de libertad para el ser humano
(Bergson, 1932). Se trata de una dinámica vital donde los contenidos de nuestra
conciencia se condensan como una “duración”, en la que no se descomponen las
vivencias, sino que se conciertan entre sí, como si se tratara de sonidos de
una melodía. Pero con el objeto de dar un sentido pragmático a las
experiencias, es decir, un sentido orientado hacia la acción, estas
experiencias se abstraen en contenidos psíquicos como espacialmente dispuestos
en unidades discretas y estáticas. Así se asocia el tiempo y el espacio,
confundiendo lo real con lo vitual, no obstante Bergson recuerda que el tiempo
medible es forzosamente vivido por una conciencia y que por lo tanto el tiempo
implica cambios cualitativos que no pueden descomponerse en unidades como lo
hacen las características espaciales o cuantitativas (Bergson, 1974). Es esta
cualidad de la conciencia, la capacidad para formar gestalt o totalidades la
que le da una nueva textura al evolucionismo.
Aunque el materialismo darwiniano ha gobernado
el naturalismo durante muchos años, el argumento del diseño inteligente y el
principio antrópico rondaron el evolucionismo durante toda su historia. Jan
Christiaan Smuts, en su libro “Holismo y
Evolución” (Smuts, 1926), retoma el tema de la evolución desde una perspectiva
más amplia, incorporando los últimos descubrimientos sobre relatividad y la
gestalt. Smuts considera a la evolución biológica como parte de una tendencia
general de la naturaleza conducente hacia la formación de totalidades, llama a este principio holismo.
Cada totalidad es más que la suma de sus partes y al mismo tiempo está
contenida en otra totalidad, por medio de dinámicas interactivas con el
entorno, estas totalidades integran en su funcionamiento a las totalidades que
la contienen en forma sucesiva. Los holos interactúan dinámicamente en un
despliegue creativo de alcance global que impulsa la evolución hacia
estructuras cada vez más complejas.
En la siguente década, el ámbito
intelectual se estremeció con la teoría del big bang. Al parecer el cosmos no
solo progresaba hacia mayores niveles de complejidad sino que provendría de un
átomo primitivo (Lemaitre, 1931). El big bang evocaba inevitablemente el
Génesis judeo-cristiano. La consecuencia de esto era lógica y no se hizo esperar,
todo hacía pensar que la evolución física, biológica y espiritual, constituyen
un proceso unitario. Pierre Teilhard de Chardin augura que la evolución conducirá hacia un punto
omega donde las conciencias se congregarán en una gran noosfera, y en una
especie de “liturgia cósmica”, los seres humanos tomará conciencia de su
comunión con Dios Transubtanciado en la Naturaleza.
Con las teorías de Smuts y Chardín la
evolución se vuelve un proceso cada vez más intensional que tendrá al ser
humano como un protagonista principal (Smuts, 1926; Chardin, 1967).
Hasta el día de hoy, el origen de la
vida, la conciencia humana y las fuerzas que impulsan la evolución son fuente
de intensos debates en el mundo científico. El evolucionismo es una corriente
de pensamiento muy importante dentro del movimiento transpersonal, solo por dar
unos ejemplos: se encuentra implícito en la antropología estructuralista,
Pierre de Chardín ha sido una fuente de inspiración para la Nueva Era, Smuts se
encuentra a la base del modelo de Wiber y Wallace ha establecido las bases de
la teoría de Bateson.
Pensamiento
Crítico: Filosofía de la sospecha y filosofía del encuentro
Mientras el trascendentalismo se
desarrollaba en América, Feuerbach publicaba su tesis sobre la proyección de
rasgos antropomorfos en Dios (Feuerbach, 2013). Esta condujo a dos
corrientes filosóficas, una versión
comunitaria y una versión individualista.
Por una parte, Marx denuncia que la
idolatría, convertiría al dinero en el nuevo dios de la modernidad. Contra el
fetichismo, Marx desarrolla una teología que defiende la creación de un “cielo
en la tierra” basado en relaciones comunitarias similares a las del
cristianismo primitivo (Dussel, 1993).
En el contexto de una crítica a la
religión secularizada y al fetichismo capitalista, también se gesta una nueva
forma individualista de pensar. Con Kierkegaard la fe se vuelve progresivamente
más crítica y subjetiva (Gron, 1995). Para rescatar esta relación personal con
la moral era necesario alejarse de la moral de las masas, que en sí esconde
oscuros intereses. Se trata de una nueva actitud, ya no se trata de una
filosofía afirmativa, es una filosofía que sospecha, y que hace genealogías
para desenmascarar lo que se encuentra tras las “buenas intensiones”. Sin duda
alguna, el filósofo que mejor representa esta tendencia es Nietzsche.
Nietzsche, descubre dos orígenes de la
moral: los dominadores y los esclavos. Los dominadores consideran que es bueno
todo aquello superior, vigoroso, fuerte y virtuoso. En cambio, Niezsche
descubre que la moral popular, la moral del rebaño, surge del resentimiento de
quienes sufriendo esclavitud y pobreza, pretenden quebrar a los fuertes, haciéndolos
sentir lo que ellos mismos han padecido. Por lo tanto, los valores débiles como
la compasión, el servicio, la humildad, el servicio, son solo un maquillaje, fruto
de una voluntad de ficción que en el fondo oculta el verdadero motor, origen de
todos los valores, la voluntad de poder (Nietzsche, 1886). Nietzsche expresa
metafóricamente que “Dios ha muerto”, es decir, la moral de los esclavos se
había impuesto por sobre la moral de los señores, conduciendo a una
desvalorización de los valores supremos, rechazando la vida y la tierra. Por esto el hombre, con su moral transmundana
ha de ser superadas por el superhombre. Tres transformaciones tiene que vivir
el espíritu para llegar al superhombre (Nietzsche, 1891). El espíritu siempre
dispuesto a soportar, representado por el camello debe transformarse en león y
luego en niño. El león y el niño que representan respectivamente el deseo de
liberarse de los imperativos y la espontaniedad creadora de valores. Pero el
desafío que impone el endiosamiento del niño no es nada fácil: “¿Te llamas
libre? Quiero oír tu idea dominante, y no que has escapado de un yugo… ¿libre
para qué? ¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal, y suspender tu
voluntad por encima de ti como una ley?… Terrible cosa es hallarse solo con el
juez y el vengador de la propia ley, como una estrella arrojada al espacio
vacío y al soplo helado de la soledad” (Nietzsche, 1891). A pesar de esto, el
superhombre se alegra con su vida hasta el punto que desea repetirla
eternamente. “¿Cómo tendrías que estimarte a ti mismo y a la vida para no
desear nada más que esta última y eterna sentencia y sanción?” (Nietzsche,
1882).
La suspicacia de Feuerbach, Kierkegaard y
Nietzsche fue luego heredada por el existencialismo, el freudomarxismo, la
hermenéutica, el postestructuralismo y otras corrientes afines. Como se ha
explicado, en la Edad Media se creía que la esencia humana procede de Dios.
Pero si Dios es una proyección del ser humano, entonces se entiende que el ser
humano determina su propia existencia. Si es así ¿No es mejor prescindir de
toda esencia y metafísica? Como diría Sartre, los seres humanos "están ahí
arrojados a su existencia", lo que sean dependerá exclusivamente de su
modo de existir. Con esto, el “eterno retorno” se convierte en ser para la
muerte, en resignación y absurdo, y es precisamente esta actitud indiferente la
que paradójicamente permitirán aceptar la vida humana tal como viene (Camus,
2004).
Como explica Heidegger, la valoración es
un acto de subjetivación que resta dignidad a lo valorado, despojándolo de su
ser y transformándolo en un objeto, por lo tanto al pensar contra la
subjetivación de los valores podemos acercarnos a un encuentro con el ser
(Holzapfel, 2000). Se trata del génesis del pensamiento deconstructivo. Derrida
(1998), denuncia que los filósofos se han olvidado del texto, y que en
realidad, no hay nada fuera del texto, la filosofía es una contínua
construcción de metáforas sobre metáforas, un mero juego de signos sin ningún
sentido determinado (el logos es solo una figura espectral del otro) y la
deconstrucción se dedica a desmontar toda la cadena infinita de metáforas que
la sustentan.
Pero retornando a lo absurdo, si
entendemos el absurdo como aquello que carece de sentido ¿cómo podemos entender
el absurdo sino en relación a un sentido dado? Por eso, según explica Sartre en
su última etapa, el ser humano necesita tener esperanza, y por eso se fija a sí
mismo un fin trascendente, pero este fin máximo (Dios) siempre se ve frustrado,
de manera que la esperanza siempre redunda en desesperación (Levy, 1980a; Levý,
1980b). ¿De donde surge entonces este fin? Tal parece que todo surge del pensamiento
plural, recordemos que Sartre al quedar ciego, no pudo escribir y se vió
forzado a dialogar, y es así como, gracias al pensamiento plural, el humano
encuetra en su propia conciencia la existencia del otro como origen de su
moralidad, “¿qué sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo?” se pregunta por
ejemplo. Al entablar un diálogo con otro y al intentar comprenderlo, asitimos
al nacimiento de una filosofía del encuentro.
El humano, al entrar en dialogo se ve
forzado a hacer hermenéutica, es decir, a comprender e interpretar el mensaje
en su contexto correspondiente, buscando dilucidar la intensión del emisor.
Pero a medida que profundizamos nuestra comprensión nos reflejamos a nosotros
mismos en dichas interpretaciones, nos constituimos en la conversación, al
principio buscabamos pensar con el otro y como resultado nos recreamos a
nosotros mismos en la interacción. Y, siendo otros el mensaje queda sujeto a
otras interpretaciones que nuevamente reconfiguran nuestra identidad, y así
sucesivamente. Por lo tanto, el proceso hermenéutico no tiene fin, y no
pretende llegar a una interpretación definitiva. El tema clave, es que cuando
intentamos comprender, de mano de la interpretación, el hermeneuta se
desapropia de su producto.
En una oportunidad, Gadamer y Derrida
(representantes de la filosofía de la sospecha y la filosofía del encuentro)
entablaron un intenso debate (De-Santiago,
1999). Por una parte, Derrida pretendía deconstruir toda posible
interpretación, pues para el texto no tendría ningún sentido, por otra Gadamer
argumentaba que la deconstrucción es en sí un ejercicio hermenéutico. Todo
indica que ambos autores representan dos formas de abordar un mismo tema: uno
busca conciliar o articular y la otra intenta singularizar o desarticular.
Al parecer, podemos trazar una diferencia
entre dos modalidades vinculares: en la relación Yo-Tu se vive al otro como un
misterio, este modo vincular se encuentra circunscrita por el símbolo y el
contexto; y la relación Yo-Ello, que está más apegada a lo físico y al texto
(Marcel, 1995; Buber, 1997). Esta diferencia es muy importante para el campo
religioso.
Por ejemplo, Ricoeur traza una diferencia
entre hermenéutica del lenguaje religioso y fenomenología de lo sagrado. Si
consideramos a la esfera religiosa por su primacía de la hierofanía, es decir,
como revelación, parece no haber en ello espacio para la palabra. Pero si
consideramos que la teología de la palabra como el elemento central de la
religión, nos debemos remitir inevitablemente al sistema de signos y la
hermenéutica. Mientras que el sistema de signos es un sistema cerrado (como en
un diccionario donde todas las palabras se remiten unas a otras), la
hermenéutica supone la existencia de un sentido que se ha de revelar. Pero si
consideramos, como Ricoeur al “lenguaje como metáfora del mundo”, entonces
podemos establecer la existencia de una fenomenología hermenéutica, donde se da
una relación interdependiente entre la experiencia y la interpretación (por
tanto entre rito y mito). Las interpretaciones que se interpretan una a otra se
vivifican entre sí, desplegar la palabra hasta el extremo, donde los
significados se encarnan y hayansu sentido (Huete, 2009).
La corriente de pensamiento crítico
también puede considerarse un antecedente directo del movimiento transpersonal.
La filosofía de la sospecha, bajo la influencia de Nietzsche ha tenido una
recepción controvertida en el mundo transpersonal. Al comienzo causó estupor,
pero, cuando se profundiza en ello, es claro que Nietzsche busca revitalizar
una espiritualidad que se encuentra dormida en su época. Se puede encontrar la
influencia del pensamiento crítico en casi todo el mundo transpersonal, por
ejemplo: Jung (1988) estudió a Nietzsche profusamente, la Escuela Participativa
(Ferrer, 2003), la Teología de la Liberación (Martín-Baró, 1986) y la Escuela
Ecológica (Merchant, 1989) se inspira en sus presupuestos, e inclusive se
pueden rastrear su influjo indirecto en el desarrollo del pensamiento complejo
y la teoría de estructuras discipativas (Morin, 1994; Galparsoro, 2007). Más
adelate también veremos como esta corriente filosófica se relaciona con la
filosofía post y trans.
Filosofía
del Proceso: asalto al logicismo, la última trinchera de la modernidad
Los origines del logicismo se pueden
rastrear desde Frage hasta Leibniz, o incluso hasta Ramon LLul, pero no es sino
hasta la Principia Mathematica (Whitehead y Russell, 1913) cuando se establecieron
en las bases del logicismo, como hoy lo conocemos. El proyecto parecía ser un
triunfo de la filosofía moderna, donde todos los elementos de la realidad
pueden reducirse a proposiciones lógicas computables. Existiría así una
correspondencia entre la teoría de conjuntos, la aritmética, la lógica, el
lenguaje en generaly la geometría. No obstante, el castillo de naipes,
cuidadosamente edificado, se derrumbó estrepitosamente al sacar las cartas de
su base. Russell había descubierto una paradoja en los principios de la lógica
matemática que pocos años después Godel resolvería.
Según el teorema de incompletitud de
Godel (Ballester, Cordero, Campos, Sánchez y Rodríguez, 2012), cualquier
sistema lógico es por necesidad incompleto y requiere una referencia externa
para comprobarse a sí mismo, y por lo tanto, toda arquitectura argumental
cerrada se sustenta en axiomas que no pueden probarse ni refutarse por sí
mismos. La filosofía moderna, tanto en su versión cartesiana como en su
variante empírica, presupone que el conocer es un acto eminentemente privado,
que adquiere su significado por asociación con conocimientos anteriores. Lo que
demuestra el logicismo es que el conocimiento, sea adquirido por experiencia o
razonamiento, está inserta en contexto de acción particular, en un juego del
lenguaje específico. En palabras de Wittgestein (1988), un lenguaje privado no
tiene sentido, pues todo lenguaje es esencialmente un fenómeno social y
público, son sistemas en relación, sistemas en contexto.
Estos descubrimientos vinieron
acompañados de la teoría de la relatividad física de Ernst Mach (1942) y la
teoría de la configuración de las Gestalt (Kohler, 1963). No solo los datos se
deben contextualizar, sino que la realidad misma ya no se puede considerar un
agregado de partículas localizados en un tiempo y lugar determinados, sino que
todo elemento de la “realidad” cuenta con un campo tempo-espacial con una
extensión indefinida. Como explica Whitehead (Inglaterra, 1861-1947) lo real
aparece ante la nueva escena filosófica como un proceso, un flujo relacional de
configuraciones (Whitehead ,1925).
Esta visión filosófica tuvo un impacto
muy importante en la teología y en el surgimiento del mundo transpersonal. El
significado de la vida humana solo cobraba sentido en el contexto de un proceso
cósmico global, pero la acción del todo sobre sus constituyentes no condiciona
su libre movimiento, sino que actúa por una influencia persuasiva que configura
un campo de acción diverso y cambiante. Desde la teología del proceso, Dios ya
no se considera un ser absoluto, sino un ser en relación, un ser contingente y
complejo, que no despliega todo su poder, sino guarda cierta potencialidad
latente, un Dios que se desarrolla junto
con nosotros en la concresencia de nuestro potencial. En palabras sencillas, se
trataba de un Dios mucho más cercano y encarnado.
Entre lo
Pos y lo Trans
Es difícil hablar sobre la filosofía
actual, para hacerlo debería hacer un ejercicio intelectual que me lleve a un
futuro donde pueda ver nuestra escena filosófica en retrospectiva. Pero no me
encuentro en tal posición, más bien me encuentro viviendo la filosofía
contemporánea como un ente que aparece ante mí en forma indeterminada. Muchos
filósofos han seguido desarrollando el pensamiento crítico, otros trabajan desde
un prisma más pragmático con una cautela y modestia que contrasta con el
pretencioso proyecto ilustrado. Es como si nuestra filosofía contemporanea
intentara superar definitivamente la filosofía moderna pero que no lograra
encontrar su propio rumbo. Desde Nietzsche en adelante se escucha que el
paradima moderno estaba entrando en crisis, pero ¿hacia donde nos lleva esta
crisis del pensamiento moderno? Dentro de las múltiples tendencias filosóficas
logro distinguir dos grandes fuerzas intelectuales: lo pos y lo trans.
Como retrata Edgar Morin (1994; 1999) el
ordenado mundo de Laplace ha dado paso a un cosmos donde el caos y el azar se
convierten en principios y el humano representa un “navegante obstinado en un
océano de incertidumbre”. El caso es que nos volvimos progresivamente cautos,
ya nada es seguro y todo se vuelve relativo. Ante la suspicacia del pensamiento
crítico ante toda doctrina, los descubrimientos del logicismo sobre la
inconsistencia de todos los sistemas lógicos, y los desarrollos científicos que
indican que toda experiencia es una construcción, el mundo se escapa de toda
certidumbre unívoca.
¿Cómo hacer filosofía sobre aquello que
se resiste a ser sistematizado? Como explica Jean-Francois Lyotard (1987), la noción
ilustrada de la razón se ha disuelto, pues ya no existe una metanarrativa que
logre dar sentido a la inmensa diversidad del ser humano, acaso¿A la humanidad
solo le queda entregarse al pragmatismo monetario, olvidando el fin liberador propio
de todo metarrelato?Ante este escenario, el pensamiento postmoderno propone revalorizar
una realidad de fragmentos, un mosaico pluricultural donde prolifera una
multiplicidad de juegos de lenguaje expresados en las más diversas modalidades
comunicativas.Por lo mismo, se ha acusado alos posmodernosde relativistas;
hemos de reconocer quesi bien dicho relativismo puede traer ventajas comola
exploración de una dimensión más innovadora de la vida, también expone al ser
huamano ante el vértigo del vacío, el desamparo y el sin sentido.
Como una forma de
escapar de las consecuencias negativas del relativismo se ha propuesto una noción alternativa: la transmodernidad.La transmodernidad rescata el pensamiento
de las más diversas corrientes religiosas, científicas, filosóficas y de
pensamiento vulgar de distintas épocas (moderno, premodero y postmoderno), pero
no toma nada como verdadabsoluta, más si como principios provisionales, como fábulas
o imágenes ilustrativas que nos permiten escapar de la brutalidad massmediatica y consumista.Se trata de una
especie de modernidad débil, líquida o light, que si bien rescata la suspicacia
y fractalidad del pensamiento postmoderno, también implica un retorno de
algunas de sus ideas ilustradas, aceptándolas solamente como una ficción útil
que resultan necesarias para la convivencia (Rodríguez, 1989).
Para Salvador Pániker uno de los
fenómenos más relevantes de la transmodernidad es la
"retroprogresión", un retorno sin complejos a las raíces culturales y
religiosasrechazadas por la modernidad sin pretensiónde de cultura dominante
alguna, con el fin de recuperar un suelo místicoque nos permita profundizar en las
dinámicas transculturales y de tolerancia.Paradójicamente, la crisis de las instituciones
religiosas tiene como consecuencia un aumento del sentimiento de religiosidad. Es
como si gracias al desmantelamiento de los metarrelatos volviéramos al
pensamiento cusano:“Bienaventurados los que alcanzan la ignorancia infinita”.
Este mundo aparece frente a mi como un
universo infinito, que desde lo micro a lo macro me muestra caleidoscópicas
imágenes de más diversas culturas. Ante este escenario, nos acontece una
experiencia única y poderosa, una inquietud que nos lanza hacia la realidad en
su condición demisterio, creo que se trata del sentimiento de religación. La espiritualidad que se deriva del pensamiento
transmoderno es una realidad distinta a la moderna, es una “realidad” en flujo, virtual y una compleja
integración entre lo micro y lo macro.
BIBLIOGRAFÍA
http://vidaculturaycosmos.blogspot.cl/2017/02/bibliografia.html
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